Seguro que has sentido alguna vez ira, puede que ante una injusticia, ante una ofensa o quizá simplemente mientras vas por la carretera y otro conductor comete una infracción. Con la ira normalmente se acelera el pulso y el corazón. Ante una mala noticia, seguro que has experimentado la tristeza, que puede provocar un sentimiento de fatiga y falta de energía.
Estos son solo dos ejemplos de las emociones que podemos experimentar, pero ¿Qué son las emociones? ¿Qué efectos tienen en nuestro cuerpo y en nuestro estado de ánimo? ¿Cómo podemos convivir con ellas y sacarles partido sin que nos dominen y limiten nuestra vida?
Una emoción es una respuesta adaptativa de nuestro organismo ante un evento o una circunstancia que nos ocurre. Sus efectos son tanto corporales como emocionales y pueden ser producidos por un hecho externo o interno. Una emoción puede ser causada por una noticia que acabamos de conocer, como la enfermedad de un ser querido o puede tener su origen en un pensamiento que nos ha venido a la mente, como recordar un hecho desagradable que ocurrió recientemente.
Las emociones van acompañadas de cambios físicos que se producen de manera innata. Esto quiere decir, que al sentir las emociones, no podemos evitar tener reacciones físicas. Estas reacciones pueden ser, por ejemplo, un cambio en nuestro ritmo respiratorio, un hormigueo en alguna parte del cuerpo, tensión corporal o mental, aumento de la tensión arterial o dolores de cabeza y otras zonas del cuerpo.
Pero no por el hecho de producir efectos físicos o mentales son algo malo o negativo. Al contrario, las emociones son una respuesta adaptativa de nuestro cuerpo y nuestro cerebro y nos aportan información muy valiosa. Todas existen para ayudarnos y nos benefician. Sirven para detectar situaciones que necesitan una respuesta. Por ejemplo, cuando sientes miedo tu frecuencia cardíaca aumenta, tu respiración se acelera y la musculatura se tensa. También tendrás un aumento de glucosa en sangre. Con estas modificaciones tu cuerpo se está preparando para escapar y en el caso de tener que huir te será mucho más fácil correr ya que tendrás la musculatura preparada y un extra de glucosa para darte energía. Con lo cual, esta es una respuesta adecuada a la situación de miedo que estás sintiendo. El inconveniente en el mundo actual es que muchas veces, las emociones no se producen por problemas reales sino por algo que pensamos que puede ocurrir. Si en el caso del miedo, no lo estás sintiendo por algo realmente peligroso sino que lo experimentas por un pensamiento sobre algo que podría ocurrir en el futuro, estarás estresando a tu cuerpo sin necesidad. Por eso es importante tomar conciencia de nuestras emociones, de nuestras reacciones y de cómo podemos gestionarlas para que sean siempre nuestras aliadas.
El término emoción proviene del latín “emovere” que significa “remover”, “sacar de un lugar” o “sacudir». Y realmente las emociones suelen hacer esto con nuestro ánimo, lo remueven y sacan algo de dentro a fuera.
Tras la aparición de una emoción aparecen los sentimientos, así que la emoción nos hace cambiar de un estado emocional a otro. Algo se mueve en nuestro interior. Por ejemplo, en uno de los casos que explicamos al principio, tras la emoción de la ira, puede aparecer el odio, la rabia y un sentimiento de insatisfacción profundo. Otro ejemplo sería el de la tristeza, si no conseguimos gestionarla adecuadamente puede llevarnos a un estado emocional muy bajo y derivar en estrés o en los casos más graves en depresión. La emoción en sí es pasajera pero los sentimientos que surgen tras ella pueden perdurar y perjudicarnos. Por eso es importante la gestión emocional, para evitar que los sentimientos derivados lleguen a producirse efectos negativas
A lo largo de los años han habido diferentes formas de clasificar las emociones y según algunos autores existen 6 emociones básicas, según otros 8 o 9. Nos vamos a centrar en una de las clasificaciones más populares. Se trata de la rueda de las emociones que desarrolló Robert Plutchik en 1980. Este psicólogo y profesor estadounidense agrupó las emociones en ocho categorías primarias. Estas categorías cumplen una función específica para ayudar a nuestra supervivencia.
Según esta rueda a partir de las emociones básicas o primarias surgen otras emociones compuestas, algo más complejas. En esta rueda o flor de Plutchik las emociones están situadas en función de su similitud o de incompatibilidad. Las más similares se encuentran situadas más cercanas mientras que las antagónicas están en situaciones opuestas.
La rueda de las emociones sirve para que podamos visualizar la clasificación de las emociones de una manera muy visual y sencilla y nos ayuda a identificar el tipo de emoción de una manera más clara. A través de ella podemos ver como las emociones no suelen presentarse solas sino que un estímulo puede provocar reacciones emocionales de intensidades diferentes.
En el conocimiento de las emociones es importante no solo conocer las nuestras sino darnos cuenta de que todos los seres humanos las sentimos, y todos reaccionamos antes ellas. Así que esta comprensión nos ayudará a desarrollar la empatía y la comprensión hacia otros, cuando estén experimentando una emoción fuerte.
Las ochos emociones básicas contempladas por Plutchik se resumen en:
Alegría: Surge al experimentar algo que nos resulta positivo y suele traducirse en un estado de ánimo favorable y satisfactorio. Su función es la de que sintamos que queremos reproducir la acción que la ha generado, ya que esto nos beneficiará a nivel emocional. También ayuda a fortalecer las relaciones con otros y el sentimiento de conexión.
Miedo: Se experimenta en respuesta a situación de peligro o amenaza, es una emoción de supervivencia que nos impele a protegernos y a comportarnos con cautela. Su función principal es la de protegerse.
Tristeza: puede experimentarse en respuesta a un fracaso, una pérdida u otras situación que percibamos como negativa. Su función es la de ayudarnos a superar ese momento, a adaptarnos y reconocer que estamos atravesando una situación difícil y que quizá necesitemos ayuda o algún tipo de actividad que nos haga superar la situación.
Asco: Es una respuesta ante un estímulo que consideramos desagradable o potencialmente dañino. Puede avisarnos de un peligro antes ciertas sustancias o hechos amenazantes. Su función es la de protegernos, ya que al sentir asco rechazaremos el estímulo que lo provoca.
Ira: Es la respuesta a una situación de injusticia, frustración o engaño. Es una emoción que genera mucha energía orientada a superar un obstáculo. Su función es la de movilizar la energía de dentro a fuera para provocar un cambio ante un situación que nos está resultando molesta o amenazante.
Sorpresa: Se produce ante un hecho inesperado o imprevisto y puede transformarse en un sentimiento positivo o negativo en función del carácter de hecho novedoso. La función es prepararnos ante acontecimientos inesperados para poder darles una respuesta.
Confianza: Es la creencia de que una situación va a ir bien aunque aún no la hayamos vivido ni sepamos a ciencia cierta cómo se va a desarrollar. Es una emoción que nos transmite seguridad y aunque ante un hecho no tengamos el control, sentir confianza nos ayuda a enfrentarnos a él. Su función principal es transmitir seguridad y permitirnos enfrentar los retos.
Anticipación: Es una emoción que nos ayuda a buscar recursos, soluciones o alternativas frente a las situaciones u obstáculos que prevemos que podemos vivir. Nos permite prepararnos de manera que exploremos opciones y busquemos los recursos necesarios para afrontar de la mejor manera determinadas situaciones que pensamos que vamos a vivir.
En el próximo artículo hablaré sobre la inteligencia emocional y cómo gestionar de la manera más adecuada posible las emociones y los sentimientos que generan. Todo desde la perspectiva del mindfulness y la atención plena.
Un abrazo,
Sara.