No tengo tiempo, no aguanto en silencio, mi mente se dispersa muy rápido, estoy incómoda, me aburro…
Éstos suelen ser algunos de los principales obstáculos cuando uno empieza a meditar ¿te ha ocurrido? ¿quieres saber cómo afrontar éstas y otras resistencias a la práctica?
En primer lugar el hecho de encontrar obstáculos en la práctica es algo normal y totalmente natural. Si no has meditado nunca, comenzar a hacerlo puede ser un verdadero reto. Nos han educado en una sociedad llena de estímulos, nos hemos centrado en hacer cosas, cuantas más mejor. Estamos habituados a no parar de planificar tareas, a que nuestra mente no deje de pensar desde la mañana a la noche.
Así que no te extrañes si al principio, y durante un tiempo, te cuesta meditar. Devolver la mente a un estado de calma lleva su tiempo y su entrenamiento. Pero se puede conseguir y cuando lo logres, te parecerá que ese es su estado natural.
Conocer tus impedimentos y obstáculos personales te ayudará a gestionarlos. Lo primero que tienes que comprender, es que no tienes que luchar contra ellos, sino aceptarlos y convertirlos en una oportunidad de crecimiento personal. La clave, será vivir esos obstáculos con paciencia, amabilidad y con la conocida » mente de principiante «. Esto te permitirá indagar a fondo sobre tus barreras y que estas vayan cediendo poco a poco.
A continuación te detallo algunos de los principales obstáculos que, o bien experimentado yo misma, o bien me han transmitido otros compañeros y alumnos.
Falta de tiempo.
Este obstáculo es un clásico para iniciarse en la práctica de casi cualquier cosa. En nuestras vidas ajetreadas no hay apenas cabida para algo nuevo. Pero piensa que meditar es algo que realmente merece la pena probar. Tanto los estudios científicos sobre el tema, como la multitud de personas que han comprobado sus beneficios, pueden ser una base sólida para convencerte de probarlo.
Podríamos comparar el inicio en la meditación con la decisión de empezar a comer de forma saludable o incrementar la actividad física. En ambos casos, está totalmente demostrado que son hábitos beneficiosos para el ser humano. Con la meditación ocurre lo mismo. En tu mano está decidirte a practicar.
Una vez que estés convencido de que de verdad quieres intentarlo, revisa tu día. Seguro que hay un hueco de entre 10 a 20 minutos que puedes dedicar a la meditación. El ejemplo más habitual es hacerlo al despertarte, quizá poniendo la alarma un poco antes. Serán solo unos minutos y tu cerebro te lo agradecerá todo el día. Hay quien medita sentado en la cama nada más despertarse.
Si no te encaja a primera hora del día, puede que encuentres el tiempo en un descanso a media mañana, después de comer o antes de ir a dormir. Decide cuál será tu horario y resérvalo cada día para esta actividad. Para que se convierta en un hábito será necesarios que lo mantengas durante varias semanas. Al principio tendrás que proponértelo casi como una obligación, así que sé persistente. Pero después créeme, estarás deseando que llegue el momento de practicar.
Sentir somnolencia.
Es muy habitual encontrar esta resistencia. Si estás de verdad cansado puede ser que necesites dormir dormir más. En ese caso, coloca tu tiempo de práctica en un momento en que hayas descansado suficiente.
Si por el contrario no es un sueño real, sino que es un mecanismo de resistencia a la experiencia, te recomiendo que analices las sensaciones físicas. ¿Dónde se produce la resistencia? Cuando notes que la somnolencia comienza a vencerte, te sugiero estos dos pasos:
– Ajusta tu postura, quizá moverte ligeramente te espabile un poco.
– Medita con los ojos abiertos. Con la entrada de luz es más difícil sentir somnolencia. Se trata de abrir los ojos y fijarlos en un punto, para no distraerte demasiado.
Sentir somnolencia es algo que le ha ocurrido a una gran mayoría de meditadores en algún momento. En una clase grupal llegué escuchar los ronquidos de un compañero, que había caído en un sueño profundo. Por fortuna el instructor le despertó, eso sí, con gran amabilidad.
Algunas prácticas concretas como el Body-scan o practicar con audios guiados, me ayudaron mucho a superar este obstáculo. Acepta la somnolencia como una expresión de tu cuerpo, pero centra tu atención en algún objeto. Tal como se enseña en las prácticas meditativas, puedes centrarte en tus emociones, en el cuerpo, en la respiración. Y no olvides sobre todo, tener mucha, paciencia contigo mismo.
Sentimiento de irritación o impaciencia.
Puede que percibas la práctica como algo molesto o puede que algo del entorno, como por ejemplo un ruido, te irrite. Si sientes que no estás teniendo una buena experiencia estarás tentado a abandonar. Tu cuerpo, en este caso, siente el impulso natural de resistirse a la incomodidad. Quiere huir de la situación, ya que no está siendo de su agrado. Si notas esta resistencia, simplemente obsérvala.
Tienes que comprenderla y entender que no hace falta que reacciones.
Ante la irritación o impaciencia, se trata de que pienses algo así como: » vale, me estoy sintiendo incómodo, mi mente se está resistiendo a esta práctica, pero yo voy a mantenerme en ella. Voy a tener paciencia para acostumbrarme «. Siempre con amabilidad, podrás permitirte simplemente ser consciente de este obstáculo.
El rechazo.
Es posible que el hecho de sentarte y permanecer inmóvil, en silencio, te genere rechazo. Es algo normal ya que como decíamos al principio, nos entrenan para hacer muchas cosas, pero no para permanecer en calma mental. Nuestro cerebro se rebela y tenemos que reeducarlo para llegar a simplemente » ser » en lugar de » hacer “.
El rechazo de tu mente a permanecer inmóvil, es sólo una sensación, nada más. Si contemplas esta sensación con atención plena, sin rechazo, sin juzgarla, podrás observarla y convertirla en un objeto de meditación.
Fíjate en cómo surge esta sensación, como la experimentas, cómo evoluciona y como desaparece. Puedes aprender mucho sobre ti mismo y sobre la naturaleza del cambio, a través de esta experiencia.
La duda.
En un momento u otro es muy probable que te asalten las dudas. ¿pero qué estoy haciendo aquí sentado? ¿esto funciona? ¿y si estoy perdiendo el tiempo?
Recuerdo una de mis primeras prácticas grupales, a la que asistí como alumna. Llegué a pensar que las 20 personas que estábamos allí sentadas, en silencio, debíamos estar totalmente locas. Nos habíamos desplazado hasta un aula, un domingo por la mañana, simplemente para sentarnos en silencio…
Una vez más, es totalmente natural que tengas dudas. El problema es que estas dudas se vuelvan una resistencia tan notable, que te paralice o impida que la experiencia fluya. Para contrarrestar el efecto negativo de la duda, es bueno volver a recordar tu motivación, verificar el valor de la práctica y sus beneficios.
Convierte esta duda en una experiencia constructiva y profundiza en tus conocimientos sobre mindfulness. Cuando te propusiste empezar a meditar, fue sin duda por un impulso interno que te animaba. Refresca ese impulso para actualizar tu motivación.
El ir y venir de los pensamientos.
Coloco este obstáculo en última posición, pero no por ello quiere decir que sea menos habitual o menos importante. Al contrario, es quizá el obstáculo que más perdura en el tiempo a la hora de meditar y uno de los que más frustración genera.
Te sientas en silencio, consigues adaptarte a la postura, ya no tienes somnolencia, estás muy motivado y no rechazas la experiencia. Sin embargo, tu mente divaga y se va a otros pensamientos de forma frecuente y constante. Te distraes fácilmente y tienes que volver una y otra vez a la concentración. Estamos ante un obstáculo muy habitual y que ha sufrido la gran mayoría de personas que meditan.
El trabajo que tienes que realizar, la lista de la compra, los deberes de tus hijos, lo que vas hacer el fin de semana, tu próximo viaje, la conversación que tuviste ayer con un compañero, el proyecto que tienes que entregar… Son tantas las cosas sobre las que divagar o pensar, que es muy difícil apartarlas de la mente durante mucho tiempo. Por eso, al principio se recomiendan sesiones más cortas y guiadas. Si practicas con un audio que va guiando tu meditación, será más fácil centrar tu atención. También te facilita que vuelvas a la práctica cuando te distraes, ya que seguirás las indicaciones del instructor.
Como hemos comentado en otras ocasiones, es imposible dejar la mente en blanco. El cerebro está hecho para pensar, de ahí la importancia de no intentar dejar la mente sin pensamientos, sino de centrar la atención en un objeto, ya sea interno o externo.
Céntrate en la respiración, en tu cuerpo, en las sensaciones, en tus emociones. Y cada vez que tu atención se distraiga, simplemente vuelve a centrarte en el objeto elegido.
Siempre de forma amable, con una gran dosis de paciencia y siendo consciente del momento presente.
Una técnica que me ayudó mucho al principio, cuando me asaltaban multitud de pensamientos, era imaginar que los introducía dentro de una nube y soplaba esa nube y la nube se alejaba disipando mis distracciones. Después me concentraba nuevamente en la respiración. Cada vez que me asaltaba un nuevo pensamiento y me daba cuenta de él, lo ponía en una nube, y la impulsaba mentalmente para alejarla. Y así volvía a concentrarme una y otra vez, con cada distracción. Quizá tu puedas encontrar tu propia forma de acoger tus pensamientos y dejarlos marchar.
Con el tiempo y el entrenamiento, el espacio entre pensamiento y pensamiento se irá alargando, hasta lograr tener una mente más serena y en calma.
Seguro que tienes tus propios obstáculos. Te invito a que los pongas por escrito y veas la forma más adecuada de afrontarlos.
Darte cuenta de ellos analizarlos y buscar cómo contrarrestarlos de forma amable y ecuánime será de gran beneficio para asentar la práctica de meditar en tu vida. Este ejercicio te permitirá un conocimiento más profundo de ti mismo, un mayor crecimiento a nivel personal y una ampliación de tu sabiduría.
» Convierte el obstáculo en objeto de meditación “.