MINDFULNESS JUNTO AL MAR

Esta semana he tenido la gran suerte de pasar unos días junto al mar. Estoy muy agradecida por estos maravillosos días de descanso.
Aunque también he hecho otras actividades, he aprovechado para madrugar, pasear y meditar en la playa. Para mí es un auténtico placer caminar sobre la arena, al borde del mar, con el agua mojando mis pies de forma intermitente. He meditado cada mañana con el mágico sonido de las olas de fondo.

El mar tiene, para la mayoría de los seres humanos, la capacidad de relajarnos de forma profunda y natural. El mar nos invita a desconectar, a calmar nuestro cuerpo y nuestra mente.

El sonido armónico de las olas disminuye la ansiedad y el cortisol, la hormona responsable del estrés.
Por otro lado, su color azul intenso, relaja la vista y nos transmite tranquilidad.
Pasear junto al mar puede ayudarnos a reducir la «rumiación mental», o lo que es lo mismo, el ir y venir incesante de pensamientos. Entramos en rumiación mental cuando nuestro foco de atención se queda enganchado en un elemento real o imaginario y no somos capaces de dejar de pensar en ello. Este estado genera estrés y malestar.
Como elementos de la naturaleza, el mar, la playa y la arena, nos liberan de nuestra rutina, de nuestras obligaciones y quehaceres cotidianos, permitiendo a nuestro cerebro una desconexión profunda de los pensamientos recurrentes.
Personalmente, cuando medito junto al mar, noto como si el tiempo se detuviese y me transporto a un espacio atemporal, donde puedo entrar en estado de medicación más fácilmente que en la ciudad.
Ya sabemos los grandes beneficios que produce tanto en el cuerpo como en la mente la meditación, en cualquier lugar que la practiques. Algunos de estos beneficios son la reducción del estrés y la ansiedad, la mejora de la atención y la memoria, así como la profundización en nuestro autoconocimiento y equilibrio interior. Pero si además meditamos al borde del mar, se sumarán algunos beneficios extras como:
Nuestro organismo se oxigena mejor gracias a la brisa marina. Esto es por la mayor humedad  ambiental y por la ausencia de agentes irritantes en el aire. Además, junto al mar, el aire tiene mayor concentración de oxígeno.
El sistema respiratorio se purifica. Al respirar junto al mar,  de forma natural, dan ganas de inspirar profundamente, realizando un trabajo respiratorio más completo. Al llenar de forma más íntegra los pulmones, movilizamos zonas de estos órganos que normalmente utilizamos poco.
Nuestro ritmo respiratorio, así como los latidos del corazón se vuelven más suaves y pausados. Esto favorece que nuestra percepción general de la vida se dulcifique.
Favorece la producción de serotonina, un neurotransmisor que influye en la mejora del estado de ánimo. Esto hace que aumente nuestra sensación de confort y bien estar.
Mayor facilidad de entrar en estado de relajación y concentración.
Ayuda a conciliar el sueño. El estado de relajación, la producción de serotonina y la sensación de clama generalizad, favorecerán la inducción del sueño.
Disminución de los pensamientos de la «rumiación mental» que hemos explicado anteriormente.

Te propongo dos tipos de ejercicios que puedes hacer junto al mar para favorecer el estado meditativo y beneficiarte de todas las ventajas del entorno.

Ejercicio de respiración 4-4-7 frente al mar.

  1. –  Inspira lentamente mientras cuentas 4 segundos mentalmente.
  2. – Contén la respiración otros 4 segundos.
  3. – Exhala todo el aire durante otros 7 segundos, vaciando totalmente tu abdomen y tu pecho.
  4. – Repite esta respiración entre 5 y 7 veces.
  5. – Mientras realizas el ejercicio, nota como la respiración es diferente a cuando estás en un clima más seco. Intenta percibir los matices de humedad, textura y olor de la brisa marina.
Este ejercicio te puede servir para preparar la meditación. Por tanto, si dispones de tiempo realiza primero las respiraciones y después la sesión de meditación propuesta.

Meditación frente al mar.

  • Intenta buscar una zona de la playa tranquila, mejor a primera hora de la mañana, si te es posible.
  • Adopta la postura de meditación que más cómoda te resulte mirando hacia el mar. Revisa tu postura para que no haya tensiones. Asiéntate bien sobre la arena y relaja cuello, hombros, cabeza, brazos…
  • Dedica unos momentos a observa atentamente cómo llegan las olas, contempla el color de la arena y del mar. Observa el color del cielo, revisa si hay alguna nube o algún ave en este momento.
  • A continuación, cierra los ojos o déjalos ligeramente entornados mirando las olas.
  • Centra tu atención en el sonido que producen la olas, en su ir y venir.  Intenta que tu mente no divague y se concentre en la vibración sonora. No juzgues lo que oyes, sólo percibe los sonidos que acarician tus oídos.
  • Siente la conexión con el ritmo y la cadencia de las olas.
  • Si existe algún otro sonido, también es bien venido, no juzgues ni rechaces nada. Quizá escuches una gaviota, un avión, una barco o alguna persona que pasea. No pasa nada, forma parte del conjunto de la experiencia. Permanece en tu actitud de meditación y silencio interior.
  • Si notas que tu mente se distrae, algo normal, vuelve con amabilidad a centrarte en el sonido del mar. Agradece haberte dado cuenta de que estabas distraído.
  • Permanece en estado de meditación el tiempo que consideres. Si te es posible intenta que en total sean al menos 15/30 minutos.
  • Cuando decidas concluir tu sesión y abrir los ojos, mira a tu alrededor y toma conciencia del espacio donde estás, los colores y aromas.
  • Toca la arena, puedes coger un puñado entre tus manos y percibir su temperatura y su textura.
  • Antes de abandonar tu postura, agradece el haber podido dedicarte este espacio de tiempo para ti mismo en un entorno tan agradable.
Si no te es posible meditar junto al mar, también puedes probar a hacerlo junto a un río y centrarte en el sonido del agua al discurrir por él. La experiencia es igualmente muy gratificante.

¿Te ha gustado la propuesta? ¿Has practicado alguna vez algo parecido?

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