“El primer paso para crear la vida que deseas es deshacerte de todo lo que no necesitas” – Joshua Becker.
El minimalismo se define como: “Tendencia a reducir a lo esencial y a despojar de elementos sobrantes”.
El mindfulness como: «La capacidad de estar presente en este momento, con toda nuestra atención a lo que está ocurriendo».
A lo largo de mi práctica de mindfulness encontré que sintonizaba con el concepto de minimalismo. Empecé a ver cómo una vida más sencilla y con menos «cosas» podría ayudarme a centrarme en lo realmente importante para mí.
A muchas personas les gusta rodearse de diversos tipos de objetos ya sea ropa, artículos de decoración, cosméticos, libros, muebles, etc. y los acumulan durante años en sus viviendas. Otras personas, planifica muchas actividades y compromisos, tienen unas redes sociales llenas de contactos y esto les produce una cierta sensación de satisfacción, aunque en realidad nunca tienen suficiente. Siempre les falta una prenda de ropa, un maquillaje o un objeto para sentirse mejor. Invierten grandes cantidades de tiempo y dinero en compras que muchas veces terminan olvidadas en el fondo del armario, en un rincón o diluidas entre el resto de pertenencias.
Cuando practicamos mindfulness en nuestra cotidianidad nos damos cuenta de que no necesitamos tantas pertenencias ni incrementar nuestras actividades, ya tenemos suficiente con nosotros mismos, en nuestro interior. Aprendemos también que la felicidad y el bien estar, no viene de lo externo, de lo que hay fuera de nosotros, sino de nuestro interior.
«El minimalismo se basa en la idea de que no falta nada». Fumio Sasaki
Seguramente todos hemos pasado por diferentes etapas de “acumulación”. Sin necesidad de llegar a ser compradores compulsivos (eso ya sería otro problema) el ser humano tiende a acumular, quizá por instinto de supervivencia, pensando que así tendrá más oportunidades y diversidad de opciones, quizá por querer mejorar en algún aspecto a nivel personal. Sin embargo, la mayoría de las veces, esta acumulación no da la satisfacción que se busca y pasado el momento inicial de euforia por la compra, se vuelve a sentir esa necesidad de querer tener “más”.
Si te sientes identificado en algún aspecto, habrás tenido un armario lleno de ropa pero sin saber “que ponerte”. Quizá tienes muchos muebles y objetos de decoración pero tu casa no llega a gozar del ambiente cálido y acogedor que persigues. O puede que te dejes llevar por los anuncios de cremas rejuvenecedoras pero a pesar de tener unos cuantos tarros, ninguna cumple con tus expectativas.
La idea del minimalismo aplicado al día a día es “ser capaz de vivir con poco”.
Viviendo con menos cosas, vivirás con:
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Más espacio.
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Más tiempo.
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Más claridad mental.
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Más energía.
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El minimalismo consiste en tener sólo los objetos necesarios. Aquellos que aporten valor a tu vida y que realmente utilices en tu día a día. De nada sirve tener cosas guardadas en los altillos o trasteros, por si acaso, pero que realmente nunca utilizas.
Recuerdo que viví durante 7 años en una casa con trastero. Cuando hice la mudanza, me di cuenta de que no había utilizado nada de lo que había en las cajas del trastero en esos 7 años, así que sin pensármelo, me deshice de todo. En el trastero de la nueva casa, puse estanterías, de forma que pudiese ordenar bien los objetos y estuviesen accesibles. Ahora todo lo que tengo en el trastero es porque tiene utilidad. Está ordenado y es de fácil acceso, por lo que no me da pereza ir a buscar algo que necesite. De hecho, sé perfectamente las cosas que tengo guardadas, esto es importante, ya que cuando acumulas mucho llega un momento en “no sabes ni lo que tienes”.
Como dice la definición del principio, se trata de despojarte de todo lo que te sobre y reducir tus pertenencias a esencial y realmente útil.
«Minimalismo mental».
Y no se trata sólo de reducir en términos materiales, se trata también de aplicar el «minimalismo mental». El minimalismo mental nos habla de ser más selectivos en nuestros pensamientos, de tal forma que sólo dejemos espacio para las cosas que son realmente importantes y evitemos el sufrimiento innecesario.
Esto nos llevaría a reducir nuestra charla mental. La mente divaga constantemente y normalmente eso nos hace perder el foco en lo que realmente nos importa o queremos para nuestras vidas. Muchos de nuestros pensamientos son autodestructivos, nos recuerdan situaciones desagradables del pasado o nos hablan de posibles problemas que aún no han ocurrido.
Aplicar el minimalismo mental a nuestra vida implicaría por ejemplo:
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Reducir el tiempo que pasas en redes sociales, viendo la tv o en cualquier actividad que no te haga mejorar tu satisfacción ante la vida.
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Emplear el tiempo y la energía en cosas que de verdad te guste hacer y te hagan sentir bien como dar un paseo, visitar a familiares o amigos, practicar algún deporte, actividades artísticas, lectura, en definitiva priorizar actividades que «nutran» tu alma y tu espíritu.
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Seleccionar qué pensamientos y actitudes quieres fomentar ante la vida. Los pensamientos son como semillas, las hay que dan frutos maravillosos y otras que dan «malas hierbas». Elige qué pensamientos quieres regar y alimentar en tu mente para que te beneficien.
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Repasar tu listado de compromisos, tus amistades y en general en qué empleas el tiempo. Por supuesto es necesario socializar y actividades en grupo pero hay veces que nos llenamos el fin de semana de actividad social y nos olvidamos de otro tipo de actividades importantes como un buen descanso.
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Busca momentos de silencio y de desconexión con el mundo que te rodea. Esto te aportará claridad mental para saber qué es lo que realmente aporta valor a tu vida y qué no.